Mirando por encima del hombro

6.26.2005

Por fin, cumplo con lo prometido...

Parece increíble, pero lo he logrado. He llegado hace un ratito al hotel en que me alojaré durante el congreso y ya me estoy poniendo a actualizar el blog. Estos días estoy más tranquilo: tengo mi ponencia de mañana preparada, el semiario sobre la UE va a salir fenomenal, he corregido mis trabajos.... Creo que incluso me podré dar una vuelta esta tarde por ahí, esta vez solo, porque Michelle está de nuevo en casa de sus padres y tampoco le apetecía venir mucho al Congreso.

Ya empieza a apretar el calor. Hoy estábamos a 29º, temperatura que muchos considrarán como aceptable. Sin embargo, aquí hay que tener en cuenta el factor Humidex, que aumenta la sensación térmica hasta los 38º grados. Curiosamente, cuando a todos mis amigos españoles les digo que en Montréal podemos llegar a los 45º, no me creen, salvo aquéllos que han tenido la suerte de poder comprobarlo en directo.

Sin embago, pese a los rigores estivles (e invernales, no los olvidemos), cada día que pasa estoy más enamorado de este país y de su historia. No es una historia como la de la América española, llena de grandes gestas, conquistadores de renombre y riquezas sin cuento. La historia de la Nouvelle France es más humilde, llena de pequeños actos heroicos y que, al conocerla, da una idea del temple de los colonos que se arriesgaron a cruzar el Atlántico.

El protagonista fundamental de esta etapa colonial es Jacques Cartier, al que se le considera el "descubridor" de Nueva Francia. Llegó desde Saint Malo con sus naves hasta la zona de Terranova y el estuario del San Lorenzo. Allí se encontró a los auténticos descubridores: los balleneros vascos , quienes llevaban siglos pescando en sus aguas (tanto es así que muchos topónimos de esa parte de la costa tienen resonancias del euskera y del castellano). Fue este personaje quien llegó a los pueblos de Stadaconá (Québec) y Hochelaga (Montréal) y el que decidió bautizar los nuevos territorios como "Canadá", tomando como referencia la palabra con la que los autóctonos denominaban sus casas ("kanata").

Costó muchísimos esfuerzos implicar a la Corona de Francia a colonizar los nuevos territorios, ya que no eran tan ricos como los descubiertos por los españoles. Además, Cartier protagonizó uno de los fiascos más sonados al prometer al rey que volvería de su segundo viaje con diamantes y oro y se presentó con cristales de cuarzo y pirita. Al final, la moda de los sombreros de castor en Francia e Inglaterra y la extinción de este animal en Europa hizo que hubiera un cierto interés en el comercio de pieles, y, poco a poco y con muchas dificultades (luchas con los indios, los crueles inviernos, las hambrunas, etc) se creó una colonia que empezó a tener visos de prosperidad a comienzos del siglo XVIII. Fue a mediados de ese siglo cuando los británicos empezaron a m,ostrar interés por aquellas pequeñas colonias del Norte, las cuales arrebataron a los franceses en 1760.

Os recomiendo esta página si tenéis interés en conocer más esta historia. De todas maneras, si os complace más que yo os la vaya contando, hacédmelo saber.