Metablogística
He vuelto a Montréal y me he sentido extraño. No es una sensación fácil de sobrellevar. Nunca, en los más de 10 años que llevo aquí había notado esa sensación de angustia, de no pertenecer a este ambiente. Quizás sea porque me he encontrado muy agusto con mis amigos y mi familia en España o, y esto es lo que más me preocupa, porque estoy a punto de cerrar un ciclo en mi vida. Me estoy alejando de los 30 años peligrosamente y noto que el cuerpo me pide un cambio. Pero, dichoso cuerpo, no consigue hacerme llegar el mensaje.
En ello sigo, mientras intento recuperar una rutina que antes me hacía feliz. Preparar mis clases, corregir trabajos y exámenes, dirigir tesinas y proyectos de investigación ya no me llena tanto como antes. Soy una persona bastante dinámica, pero últimamente (desde que volví a mediados de septiembre) me estoy dejando llevar por la apatía. El otoño está siendo plomizo, lluvioso y frío. Cuando leo noticias de la sequía en España, casi siento envidia por saber que todavía váis por la calle en manga corta y que alguno de mis amigos que está ahora en Murcia se puede bañar en la playa. El "été des indiens" ha sido tan espectacular como siempre, vuelven las ocas de las nieves y la vida "en plein air" en Montréal empieza a retroceder.
Y yo, sin poder disfrutarlo....
Con Michelle todo va bien. Esta tarde vendrá a casa y se quedará conmigo unos quince días. Ella y su familia sigue en tratamiento, pero se nota que van, poquito a poco, saliendo de ese ensimismamiento tan doloroso.
He dejado el blog aparte de manera intencionada. En principio, cuando lo creé, intentaba superar la morriña que me causaba la vuelta a Montréal después de las vacaciones (nada que ver c on mi actual estado de ánimo). Siempre he tomado el blog como un diálogo público conmigo mismo, una especie de autoterapia muy válida, ya que aquí no puedo irem de cañas con mi mejor amigo y arreglar el mundo y nuestras vidas en una sola tarde. Mi círculo de amistades es reducido, y aparte de Michelle y Martin, no tengo más gente de confianza. Por ello, muchas veces el hecho de actualizar el blog y contar el cómo me siento o lo que estoy escuchando o describir sin más lo que me pasó esta misma mañana me ha ayudado a valorar todo lo que cuento desde una nueva perspectiva. Ésa debe ser la función de mi blog. No aspiro, ni mucho menos, a dejar siempre sentencias o frases ingeniosas que provoquen un aluvión de comentarios. A este respecto, los que me han llegado de dos o tres lectores más o menos constantes (y de cuyas bitácoras me declaro lector empedernido) me sobran y me bastan.
Este pequeño universo de los blogs parece poblarse de seres con un tremendo afán de protagonismo. En alguna página me he encontrado con que el webmaster ha vetado mis comentarios, y puedo jurar que nunca he hecho comentarios groseros o inadecuados en ella ni en ninguna otra. No sé por qué, pero tengo curiosidad. He visto evolucionar blogs desde la más sincera intimidad hacia la publicidad más engañosa, y me he sentido decepcionado, de igual manera como si un amigo hubiera traicionado mi confianza. Los contenidos de los blogs me interesan casi siempre. No reclamo que todo lo que cuenten sea verdad. En muchos se intuye que quien lo escribe se está creando un mundo a su medida, pero éso es positivo y de verdad que me atraen. Otros intentan aportar su visión del mundo a través de una metáfora, y también me interesan. Los que empiezo a dejar de visitar son aquéllos en los que quien escribe se ha ido creyendo en posesión de la verdad de manera directamente proporcional al incremento de visitas. Cada cual es muy libre de hacer lo que le venga en gana con su blog, pero mis gustos no van por ahí.
Por eso mismo, yo me mantengo en mi línea. Escribiré cuando tenga algo que decir, sea importante o la mayor nimiedad del mundo, sin dar una mayor trascendencia al contenido de estas páginas que no intentan ser sino un reflejo de mí mismo.
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